...Vuelvo a mis días de la infancia y continúo analizando qué es lo que estaba pasando por mi vida a tan temprana edad...
La dichosa pelotita de esponja había constituído un pretexto y un ícono que era invariablemente asociado con mi sexualidad... Mis tres compañeros y yo, luego de sacar la pelotita varias veces y jugar con ella, la devolvíamos al estante al terminar las clases... Y después... Nos íbamos hasta adelante del salón, nos bajábamos los pantalones, y volvíamos a jugar al "trenecito";
no recuerdo haber tenido erecciones, solo tenía 8 años y solo sabía que sentir adelante de mí unas nalguitas, era tan rico como sentir unas piernas y un diminuto pene pegado en mis nalgas por atrás.
Creo que eso fue el detonante... Por mi naturaleza masculina me atraen las mujeres, pero por mi curiosidad y tacto es que mi subconsciente discierne y siente rico tener un cuerpo pegado tanto por delante como por detrás... Cualquier cuerpo, ya sea uno femenino o ya sea uno masculino, cualquier cuerpo.
Cierta vez, no sé después de cuál de ellas, nuestra travesura iba tomando tintes diferentes; ya el trenecito no nos era tan divertido, y entonces alguno se subía a alguna de esas bancas de paleta, se bajaba los pantalones, y los otros nos veíamos y nos atrevíamos a tocar unos a otros.
Yo, en lo particular, gustaba de tocar y acariciar las nalgas, así como el reducido pene al mismo tiempo con mi otra mano; les apretaba sus nalguitas y hasta se las besaba.
Cabe mencionar que esa escuela no era mixta, no se estilaba que lo fueran las escuelas, por éso, entre tanto escuincle, supongo que no éramos los únicos que dejábamos salir esa "extraña" curiosidad...
Lo repetíamos cuantas veces la oportunidad nos lo permitía... Sin malicia, sin nada que pudiera ser catalogado de perversión ni mucho menos deprave... Solo nos bajábamos los pantalones, nos veíamos los insipientes genitales y nos tocábamos.
Las pulsaciones se nos aceleraban, algo nos decía que éso no estaba bien porque a nadie se lo contábamos y ni entre nosotros lo comentábamos, solo lo hacíamos y ya.
Terminamos el tercer grado, y al pasar al siguiente algunos ya no volvían, los cambiaban de escuela o no sé qué; se suponía que los que iniciaban en los Grupos "A", al siguiente año continuaban en los Grupos "A" y así hasta los grupos "D" o "F" que existían...
En mi grupo de Cuarto "B" ya no estaba ninguno de los niños curiosos del año anterior, pero me enteré que Alatorre, uno de esos niños, había sido inscrito en el Cuarto "A"... Sentí un dejo de desilusión y no me atrevía a hacer mis travesuras con nadie más que no fuera con alguno de los del año anterior.
Una tarde, cuando terminaron las clases, salí y esperé sentado en la escalera que estaba cercana a la única salida, a que saliera el grupo de Alatorre... Esperé con ansiedad, esperé con palpitaciones y esperé con el nerviosismo casi similar al momento anterior a cada día de algún examen... Fui lo suficientemente paciente ideando cómo abordarlo y cuando lo vi a lo lejos, fui hacia él; no sé cómo pero lo encaré y le pedí que me acompañara hasta la escalera donde lo había estado esperando... Parecía que Alatorre lo había borrado de su "chip" (ni existían esos términos), parecía que no se acordaba de nada, pero yo, más intrépido e impetuoso, le pregunté que si recordaba nuestros juegos con la pelota y el epílogo "sexoso" con el que terminábamos... Al principio pareció no acordarse, pero luego, cuando entré en detalle, lo recordó.
La disciplina en el colegio tenía sus reglas y nadie podía regresar a los salones de clases una vez que había salido, así que luego de convencerlo, subimos al final de esa escalinata que daba a la azotea del edificio, y, corriendo con suerte la puerta estaba abierta.
Yo había elucubrado que nos escondiéramos en el último escalón que daba vuelta y quedaba lejos del ángulo de todos los alumnos y papás que salían por el pasillo hasta la calle, pero cuando la puerta cedió, la cruzamos mochilota de cuero en mano, y encontramos un rincón que estaba muy cerca del cuarto de intendencia... Cerca de las rejas que usaban como tendederos y lavaderos, dejamos las mochilas... y retomamos el juego, solo que ya sin la pelota de esponja... Fui yo quien primero se bajó los pantalones y luego de mi osadía, Alatorre también se los bajó (no puedo recordar su nombre!, solo me acuerdo del apellido de la lista)...Apenas vi sus piernas, me le puse enfrente, le pegué mis nalgas y lo tomé de los brazos para que me rodeara por la cintura y le pedí que me abrazara y que me apretara.
Nueve años... Ya teníamos 9 años, y vi y sentí que nuestros pequeños y delgados penes apenas se endurecían... Pero lo sentí muy bien; obviamente no sabía para qué servía un pene, a no ser solo para hacer pipí, pero tenerlo ahí entre mis glúteos era una sensación muy excitante...
Instintivamente nuestros cuerpos bombeaban; solo por el puro instinto nos pegábamos y nos separábamos escuchando el cacheteo del uno tras el otro... Luego de un rato, Alatorre se puso enfrente de mí y ahora era yo el que tenía sus nalguitas pegadas en mis muslos y en mi vientre... Nos agachábamos y nos abrazábamos más, nos apretábamos más fuerte y hasta pegábamos nuestros pechos en la espalda del otro. Una y otra vez lo hicimos, nunca nos quitamos el sweater ni nos levantamos la camisa, solo teníamos los pantalones hasta los tobillos y nos acariciábamos las nalgas sin pronunciar ni una palabra.
No podían pasar muchos minutos porque de la hora de salida (1 pm), ya teníamos que dejar la escuela y caminar hasta nuestras casas que se encontraban cerca. ...Lo estábamos disfrutando, puro instinto!, y por ese instinto, en una de esas que yo estaba detrás de él, me separé y le dije que me habían dado ganas de orinar, muchas ganas... Me contestó que también a él, y volteándonos hacia la bardita de la azotea, orinamos juntos sin apartar la vista de nuestros no circuncidados penes... No puedo olvidarme de esa sensación de alivio.
Apenas evacuamos nuestros amarillentos líquidos, nos apresuramos a levantarnos los calzones y los pantalones; los dos respirábamos como si hubiéramos echado las carreras en el patio durante la clase de deportes, con cuidado cruzamos la gloriosa puerta hacia la escalinata en "L", y bajamos temerosamente no queriendo ser descubiertos por el conserje, porque ya empezaban a salir los alumnos de los Quintos y los Sextos años.
¿Es así que todo empieza?
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